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martes, 30 de mayo de 2017

LA ESCUELA DE MADRID




La Colmena - De izquierda a derecha Rafael Sanz Lobato, Donato de Blas, Sigfrido de Guzmán, Carlos Miguel Martínez, Evaristo Martínez Botella, Carlos Hernández Corcho, Serapio Carreño y Vicente Nieto Canedo. El fotógrafo fue Eduardo Mordt Landa; director de empresa y tiró la foto con una cámara Brónica 6X6 de Lobato. Esta fotografía fue utilizada para felicitar a los miembros de La Palangana el año 1971.


FOTOGRAFÍA




1 comentario:

  1. LA CASA DEL ALTILLO …

    La casa que creció en la arcilla
    desde la zapata hasta última teja
    suele pernoctar en la conciencia con rumor a fuente.
    Siempre testimonial.
    Tricentenaria mudez de las estepas.

    Ciudad como pesebre que me parió de madrugada...
    Nutres el motor del peregrino
    distante a años-luz ya sin fisuras.
    Metamorfosis.
    Huracanes.
    Semillas que trashuman
    en avidez de abra.

    Mantienes calor.
    Algún retazo de evangelio.
    Relicario, acimut.
    Jamás te acallas.

    Caparazón o baúl
    si arrecia el temporal
    si quiebran alas.

    Guarda la memoria tarde en vapores.
    Siesta del fauno adolescente.

    Un cuerpo semejante a ectoplasma
    insinuó sin vestiduras ciertos placeres.
    Paseando humanidad de trazos agudos.
    Espuela y comezón.
    Pedernal, sed de yesca. Causal que prende.
    Quizás fiebre sin destino escribió su guión. Desdoblando personajes
    habrientos de intérpretes.
    Con argumento entre líneas ni moraleja.

    Perseguí al cuerpo-fantasma
    por peldaños de madera.
    Años que crujen.
    Esqueletos de vegetal con espíritu que susurra como conjuro ..

    Trepando al altillo que husmea las torres
    me introduje con pasos de animal entre sus
    paredes.
    Muros húmedos de cal y argamasa.
    Sucesión de puntales.
    Bóvedas con pelambre
    de telarañas.

    Como una especie de Alicia que se arroja en brama al antro de los sueños.
    Sin Dios ni misal.
    Ya sin mordazas.

    La figura andrógina.
    Vital,
    sutil aunque sin barreras,
    condujo proa a las simientes.
    Para enclaustrarse por fin en la dimensión donde baten las alas.

    Recinto atemporal,
    cuya magnitud no esfuma.
    Recurrente moviola del celuloide
    que amuebla los sitios nunca ajenos.
    Cuando aúlla el despertador para vomitarnos al camino antes del alba .
    //
    © Eduardo Vladímir Fernández Fernández
    (en clave de erotismo recurrente)
    2013-19

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